La Najarra
Miré por mirar, como cada mañana.
Al despertar, me asomé a la ventana.
Descubrí esa montaña blanca, resplandeciente.
Los pinos se asoman para mirarla.
Viéndola siempre, aquel día fue diferente.
Me puse las botas; salí como un rayo a pisar la
nieve.
Ya no escuché nada.
Mi madre salió a la puerta gritando,
“Niña, entra para dentro que el frío traspasa.”
Tiempo ha transcurrido.
Hoy de nuevo miro desde la ventana,
recordando esos tiempos.
La montaña está igual de bonita
que esa mañana cuando yo la miraba.
Es primavera y, sin estar blanca,
está radiante; no ha cambiado nada.
Me quedo tranquila, mirándola,
respirando aquel aire; ese aire de nostalgia.
Por unos momentos me sentí transportada.
La Najarra, sea la estación que sea, siempre
estará fantástica.
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